lunes, 4 de julio de 2011

Harta del mismo cuento

—Ya no soporto —repetía ella mientras las destrozaba.
El escritor la encontró fuera de sí sacando las máscaras del closet: la de borracho promiscuo, la de misógino, la de vicioso, la de proletario y macho.
Sólo retuvo la de gatito vulnerable a la hembra fuerte.
—¿Qué haces? —preguntó él sintiéndose desarmado.
—Limpiando tu personalidad —contestó su amante.