sábado, 25 de julio de 2009



Ilustración Aly de Villers

jueves, 23 de julio de 2009

Alambique

Para Nige

Antonia cruzó el océano para ver a Isela, su amiga de siempre. Iba sin algo especial que decirle, sólo esa necesidad que surge de quién sabe dónde y se vuelve urgencia. Al llegar a Valencia dejó su equipaje en el hotel y se fue a sentar con Isela en la terraza de muros rojos y azules, que le recordaba el calor del infierno y la frescura del cielo. Las dos mujeres hablaron muchas horas, tantas que se convirtieron en días y semanas. Ambas sabían que con palabras destilarían el bálsamo para las tristezas.
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martes, 21 de julio de 2009

Muro en las sombras

El sol juega con la bugambilia
Fotógrafa Amélie Olaiz

El precio

Para la mamá de Alfonso y de Montana

La pequeña manita regordeta tiró de la blusa dejando al descubierto el brassier de la sirvienta. Eva fijó la vista en él unos segundos. Ahí estaba su sostén favorito, el de moño azul en el centro del escote, con aquél encaje terso que la sedujo el día que lo compró en Victoria Secrets. La sirvienta se cubrió de inmediato y reprendió al niño con una dulzura fingida. Eva pensó que hay cosas que se pueden confundir pero no una prenda tan personal, no la que a su marido más le gustaba. Eva clavó la vista en el vacío mientras la furia le subía desde el centro del vientre, nada de que el viento se llevaba las cosas del tendedero, ni que el bebé rompía todo o ella olvidaba sus cosas en el hospital... era la sirvienta la ratera. Frente a Eva se abrieron dos caminos: uno repetitivo, cotidiano, circunscrito a las cuatro paredes de su casa y a su hijo. El otro era largo y sinuoso pero le ofrecía un título y después la especialidad, la emancipación... No podía correrla, no ahora que estaba a punto de entrar a la residencia de medicina interna.