lunes, 23 de febrero de 2009

Incontrolable deseo


Fotógrafa: Amélie Olaiz


Aquella tarde vagaba sin rumbo fijo. La brisa era tenue, el sol se había escapado por el horizonte y el calor amainaba. El cálido crepúsculo era, sin duda, mi momento favorito. Distraído me tope con ella.
Cuando la vi quedé suspendido en el espacio. Un diminuto bikini apenas la cubría. Su piel rojiza, sus vellos dorados; quise sentirla cerca, tenerla bajo mi cuerpo. Ella estaba ahí, tendida sobre la arena, dormida, ajena a mi pasión.
Me acerqué lentamente sin emitir sonido alguno, no me sintió. La recorrí completa, saboreándola. Me retiré un par de veces, movimientos bruscos me hicieron pensar que había despertado. Desde lejos volví a mirarla, el deseo me rebazaba. Animado por su inmovilidad, me acerqué de nuevo, no podía contenerme, la mordí suavemente una y cien veces más.
Un golpe certero me dejó inconsciente. Mi mente salió abruptamente de mi cuerpo y miré desde arriba. Un charco de sangre rodeaba mi cadáver, aun posado sobre su vientre.
Antes de partir a otra existencia, alcancé a escuchar su voz.
—Pinche mosco, mira como me dejó.

1 comentario:

Irene Sasa dijo...

Qué buen final...
Todo el tiempo imaginando al "hortera playero" como se dice por aquí y resultó mosquito...
¡Mua!