jueves, 23 de julio de 2009

Alambique

Para Nige

Antonia cruzó el océano para ver a Isela, su amiga de siempre. Iba sin algo especial que decirle, sólo esa necesidad que surge de quién sabe dónde y se vuelve urgencia. Al llegar a Valencia dejó su equipaje en el hotel y se fue a sentar con Isela en la terraza de muros rojos y azules, que le recordaba el calor del infierno y la frescura del cielo. Las dos mujeres hablaron muchas horas, tantas que se convirtieron en días y semanas. Ambas sabían que con palabras destilarían el bálsamo para las tristezas.
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3 comentarios:

arturomendozav dijo...

Me encanta! Qué facilidad para decir tanto con tan poco! Qué facilidad para transmitir tanto sentimiento y profundidad breve, clara y hermosamente!

Irene Sasa dijo...

Ahora, mismo preparo un te de hibisco y seguimos de cháchara por los siglos de los siglos, amén.

rosio dijo...

Hermoso,mucho,poco.