—Ya no soporto —repetía ella mientras las destrozaba.
El escritor la encontró fuera de sí sacando las máscaras del closet: la de borracho promiscuo, la de misógino, la de vicioso, la de proletario y macho.
Sólo retuvo la de gatito vulnerable a la hembra fuerte.
—¿Qué haces? —preguntó él sintiéndose desarmado.
—Limpiando tu personalidad —contestó su amante.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Muy bueno! Voy a seguir leyendo
Ay! Había olvidado este espacio.
Qué bueno que lo encontré, maestra.
Cariños.
Publicar un comentario