lunes, 22 de abril de 2019

El albatros de Charles Baudelaire








Albatros
Traducción: Amélie Olaiz

Suele, la tripulación, para divertirse,
atrapar albatros, vastos pájaros marinos,
que siguen, indolentes compañeros de viaje,
al navío que se desliza sobre los abismos amargos.

A penas los han depositado en el tablazón, 
que estos reyes del azur, torpes y confundidos,
dejan lastimosamente, sus grandes alas blancas,
como remos arrastrados a su lado.

Este viajero alado, tan zopenco ¡y vuela!,
Él, anteriormente tan hermoso, ahora es cómico ¡y feo!
Uno molesta su pico con una pipa,
el otro imita, cojeando, al impedido que volaba!

El Poeta es parecido al príncipe de las nubes,
que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero.
Exiliado sobre el suelo en medio del desprecio.
Sus alas de gigante le impiden ya marchar.


Fotografía: Amélie Olaiz

Himno a la belleza de Charles Baudelaire





Himno a la belleza

Charles Baudelaire
Traducción: Amélie Olaiz

¿Vienes del profundo cielo o sales del abismo,
oh Belleza? Tu mirada infernal y divina,
vierte confusamente el bienestar y el crimen.
Y uno puede por eso compararte con el vino.

Contienes en tu ojo la puesta de sol y la aurora.
Derramas perfumes como una tarde naranja. 
Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora,
que hace al héroe cobarde y al niño valiente.  

¿Sales del negro precipicio o desciendes de los astros?
El Destino, encantado, te sigue como un perro faldero.
Tú esparces al azar, la alegría y la desgracia,
y gobiernas todo y no respondes de nada.

Tú caminas sobre los muertos, Belleza, de quienes te burlas.
De tus joyas el Horror no es el menos adorable.
Y el Asesinato, entre tus más queridos encantos,
sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.

Deslumbrado, lo efímero vuela hacia a ti, vela, crepita, arde y dice: 
“¡Bendícenos esta antorcha!”.
El enamorado palpitante, inclinado sobre su bella,
tiene el aire de un moribundo acariciando su tumba.

Si vienes del cielo o del infierno, ¿qué importa,
¡oh Belleza! ¡monstruo enorme, espantoso, ingenuo!,
si tu ojo, tu sonrisa, tu pie, me abren la puerta
de un infinito que yo amo y no he conocido jamás?

De Satán o de Dios, ¿qué importa? Ángel o Sirena.
¿Qué importa, si tú vuelves -hada de ojos aterciopelados,
ritmo, perfume, brillo, ¡oh mi única reina!-
el universo menos repugnante y los instantes menos pesados?


Fotografía: Amélie Olaiz